Desde tiempos inmemoriales el olivo ha desempeñado un papel fundamental en la cultura y la economía de la cuenca mediterránea. Actualmente la industria del olivar se enfrenta a diferentes retos, como el cambio climático o la aparición de plagas y enfermedades. En este contexto, la investigación sobre las variedades de aceitunas puede suponer una importante herramienta para superar los desafíos presentes y garantizar la sostenibilidad y la competitividad de esta industria.
Innovaciones genéticas en el cultivo de aceitunas
Existen alrededor de 1.200 variedades de olivo en el mundo, pero tan solo se explota un 5% de todas ellas. Tradicionalmente, las variedades de aceituna que se cultivaban eran fruto de la selección empírica realizada por los agricultores a lo largo de generaciones.
El uso de esas variedades menos conocidas o la obtención de otras nuevas puede suponer un avance importante en la industria del olivar. No en vano, el cultivo de olivos ha experimentado una transformación significativa en las últimas décadas, impulsada por los avances en la mejora genética. El objetivo es obtener nuevas variedades que sean más productivas, más resistentes a las enfermedades del olivo y a los efectos del cambio climático, y contribuir al cuidado del olivar y el medio ambiente.
Los pioneros en este campo han sido Israel e Italia, donde en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado respectivamente, se comenzaron a desarrollar nuevas variedades de aceitunas.
En España el primer programa de mejora genética del olivo se inició en Córdoba en 1992 gracias a la colaboración del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA) y la Universidad de Córdoba. Este programa tenía como principal objetivo desarrollar variedades que fueran más resistentes a enfermedades, aptas para la recolección mecanizada y que produjeran un aceite de mejor calidad.
Fruto de estos esfuerzos se registró la primera variedad española, denominada chiquitita, que fue creada mediante el cruce de dos variedades tradicionales: arbequina y picual. El árbol de la variedad chiquitita se caracteriza por su porte reducido y compacto, lo que la hace adecuada para plantaciones en seto de alta densidad.
Posteriormente, surgieron otros proyectos en el campo de la genética para acelerar y optimizar los procesos de mejora de la planta del olivo. En 2008 Oleagen comenzó a descifrar el mapa genético del olivo con el objetivo de identificar genes clave relacionados con la producción y calidad del aceite, y la resistencia a factores bióticos, como plagas y enfermedades, y abióticos, como la sequía o el suelo. Así, se logró describir por primera vez la parte del genoma donde se encuentra información muy valiosa que ha servido como base para el desarrollo de otros proyectos de mejora genética, reduciendo significativamente el tiempo necesario para obtener nuevas variedades adaptadas a los desafíos del futuro, acelerando la respuesta del sector olivarero a los cambios en el entorno.
Nuevas variedades adaptadas al cambio climático
Uno de los principales retos que enfrenta esta industria es la adaptación a los efectos del cambio climático, con mayores sequías, temperaturas más altas y plagas emergentes. En este contexto, la investigación sobre el olivo y su planta, y el desarrollo de nuevas variedades de aceitunas más resilientes se ha convertido en una prioridad.
Los programas de mejora genética están explorando diversas estrategias para obtener variedades con mayor tolerancia a las inclemencias climáticas. Una de las técnicas más empleadas es el cruzamiento dirigido entre variedades que muestran cierto nivel de resistencia a factores abióticos, como la sequía y las temperaturas extremas, combinando sus características para generar nuevos genotipos más adaptados.
Asimismo, la evaluación y el estudio de la diversidad genética presente en los olivos silvestres, que han evolucionado naturalmente en entornos adversos, se ha convertido en una fuente valiosa de información para la obtención de variedades con mayor resiliencia.
Un ejemplo destacado de este tipo de iniciativas es el proyecto europeo FROOTS, desarrollado por la Universidad de Córdoba. Esta iniciativa se ha centrado en el diseño de metodologías para generar y seleccionar patrones de olivo (pequeñas raíces) más resistentes.
Conservación y promoción de variedades tradicionales
Para el desarrollo de nuevas variedades, es crucial valorar, mantener y estudiar el patrimonio genético representado por las variedades tradicionales de olivo, que han sido cultivadas durante siglos en diversas regiones. Estas variedades, algunas de ellas incluso milenarias, poseen características únicas y adaptaciones locales que pueden ser valiosas para la mejora futura del cultivo.
Uno de los esfuerzos más destacados en este sentido es el del Banco Mundial de Germoplasma del Olivo, situado en Córdoba. Esta colección, una de las más completas del mundo, alberga más de 1.200 variedades procedentes de diferentes países, convirtiéndose en un reservorio invaluable de diversidad genética. Las variedades de este y otros bancos de germoplasma situados en diferentes partes del mundo han sido utilizadas en diferentes estudios y proyectos.
Gracias a la preservación y caracterización de estas variedades tradicionales es posible comprender las características del olivo: sus particularidades agronómicas, de calidad y de resistencia a factores bióticos y abióticos. Esta información es vital no solo para conservar y promover estas variedades, sino también como fuente de genes valiosos en lo que respecta a la calidad del aceite o la resistencia frente a enfermedades o condiciones climáticas adversas.
De esta manera, se busca lograr un equilibrio entre el desarrollo de nuevas variedades y el mantenimiento de la diversidad olivarera, asegurando que el sector pueda hacer frente a los desafíos presentes y futuros de manera sostenible.
Desafíos y oportunidades en el cultivo sostenible de olivos
El cultivo del olivo se enfrenta a una serie de desafíos que abarcan aspectos relacionados con la sostenibilidad ambiental, la eficiencia productiva y la calidad del producto final. Uno de ellos, es la aparición de plagas y enfermedades, como la xylella fastidiosa.
Además de implementar estrategias de manejo integrado, control biológico y un uso responsable de los productos fitosanitarios, el cruce de variedades de aceituna y la obtención de otras más resistentes son medidas que ayudan a hacer frente a las plagas y enfermedades.
Mejora de la calidad y sostenibilidad en la industria del Aceite de Orujo de Oliva
Para asegurar la preservación del olivar es fundamental llevar a cabo prácticas sostenibles que minimicen el impacto ambiental, como un uso eficiente del agua o la utilización de sistemas de manejo del suelo que controlen y reduzcan la erosión.
Una gestión sostenible del olivar supone beneficios medioambientales y tiene un papel fundamental en la preservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático. A largo plazo, la adopción de estas prácticas puede suponer una mayor rentabilidad para los agricultores, al reducirse los gastos y mejorarse la calidad del producto.
El aprovechamiento integral de la aceituna es una práctica altamente sostenible. Así, el sector orujero es un ejemplo de economía circular. De lo que queda tras la molturación de la aceituna, el alpeorujo u orujo húmedo, se extrae el Aceite de Orujo de Oliva, además de diversas subproductos energéticos, medioambientales y sanitarios.
La genómica y las nuevas variedades de aceituna son también un factor importante en el desarrollo de aceites de mayor calidad, más beneficiosos para la salud y con un abanico más amplio de propiedades organolépticas.
El cultivo del olivo se encuentra en un momento de transformación, impulsado por los avances en la mejora genética y la necesidad de adaptarse a los desafíos del cambio climático y las nuevas demandas del mercado. La combinación de la innovación en variedades, el manejo sostenible de las plantaciones y la mejora de la calidad y sostenibilidad en la industria del aceite de oliva permitirá al sector olivarero posicionarse como un referente de excelencia y responsabilidad ambiental.
Al aprovechar el valioso patrimonio genético de las variedades tradicionales y desarrollar nuevos cultivos más resilientes y productivos, el olivar podrá hacer frente a los retos del futuro, ofreciendo aceites de oliva de alta calidad y contribuyendo al desarrollo socioeconómico de las regiones productoras. Este equilibrio entre innovación y preservación del legado olivarero será clave para garantizar la sostenibilidad a largo plazo de esta industria emblemática.